“Llegamos a la clase tercera, algunos niños tienen ya nueve años y los otros los cumplirán en los meses próximos; están dando un paso más hacia la tierra y comienzan a mirar con ojos más propios; van dejando atrás poco a poco el cobijo celeste y comienzan a tantear cómo poner los pies en este mundo que empieza a separarse de ellos, del cual se desprenden; cómo sigo? me puedes ayudar tú? son las preguntas que laten en sus inquisidoras miradas, en sus agudas captaciones de mis actos, atentos a mis virtudes y errores, con el corazón abierto, en busca del depositario de máxima confianza.
Corre el primer mes del año escolar y nos disponemos con palas y carretillas y atuendo apropiado a construir nuestros primeros cimientos de donde se levantará nuestra “casa”; cimientos profundos, fuertes y llenos de buenos deseos que sostengan las rectas paredes de robustos y consistentes adobes. En una fiesta casi ceremonial mezclamos las humildes materias: tierra, paja y agua que bajo nuestras pisadas se amalgaman hasta tener la consistencia justa, para llenar las adoberas.
Mucho trabajo! Pasan dos, tres semanas. Diariamente, luego de la hora principal ( clase principal) nos abocamos a la construcción, bajo cielos despejados o nublados… avanzando.
Las paredes han de quedar rectas y firmes, pues sostendrán un techo bien construido de alta cumbrera, “la casita del tercer año”…
Ellos hacen afuera, con esfuerzo, alegría y nobles materiales lo que están construyendo en sí mismos, un futuro hombre que se sostenga frente a los embates, que guarde calor y abrigue lo que en él resida.”
Cecilia Ascorra
Profesora de 3er. Año
COLEGIO GIORDANO BRUNO, un colegio Waldorf