Los diarios nos comunican que «la Televisión favorece el sedentarismo, esto está muy ligado a la “epidemia” de sobrepeso y obesidad», que “los menores de 2 y o 3 años no debieran ver TV, o máximo 2 horas diarias los preescolares», que»todos los países están dando la batalla a la adicción juvenil a Internet»…etc., etc. Estos son algunos de los titulares de los últimos tiempos.
Pero, ¿qué hacen los niños en sus casas, en las guarderías y jardines infantiles? en su mayoría les ponen televisión y /o los niños juegan con juguetes electrónicos.
A menudo se escucha decir que los niños en la educación básica no escuchan, que son incapaces de estar quietos, que son irrespetuosos. Pero los niños, ¿cómo pueden estar bien, si desde guaguas «conocen» más el mundo virtual que el real?
¿Qué hay detrás del mundo real?, ¿de la Creación? Hay una esencia, que el niño pequeño capta. El puede tocar la naturaleza, verla, olerla, oírla, etc.
Y ¿qué hay detrás de las imágenes de la televisión o de la Internet? Electricidad.
El niño está tranquilo, …casi hipnotizado, …como si estuviese “enchufado”, por horas.
Si de pequeños no le permitimos moverse, jugar y sólo estar mal sentado o echado viendo sus programas, sus monitos «inofensivos», ¿qué sucederá? Para responder esto preguntémonos ¿qué pasa con los niños del primer septenio? Ellos tienen que moverse, tienen que imitar movimientos humanos, movimientos nobles, armoniosos, movimientos de la naturaleza. Sin embargo ¿qué imitan? movimientos de los músicos de rock y otros, o movimientos de las imágenes que transcurren rápidamente una tras otra en un segundo.
Ese niño que se mueve correctamente en este primer septenio (que no ve imágenes virtuales) logrará la quietud para escuchar a sus profesores cuando pase a la Educación Básica. Pero el que no se movió, o sólo imitó movimientos mecánicos será muy pronto un candidato al «Ritalin» (entre otros medicamentos).
¡Dejemos a los niños ser niños! Pero, para eso, requieren de un entorno humano, no de máquinas. Ellos imitan y así aprenden todo en estos años, desde caminar hasta hablar. Sin embargo, todo lo que reciben desde las pantallas es sin “alma”. Por ejemplo, desde las pantallas escuchan una canción infantil, siempre la escucharán cantada desde el frío, no desde el calor de la voz humana, real.
¿Queremos educar correctamente a nuestros niños? Cómo podrá ser esto si ellos, mientras otros se les presentan en las pantallas, pueden comer, hablar y muchas otras cosas. De más grandes, cómo van a escuchar la voz humana o ver a los hombres que pasan delante de ellos? Más bien pasarán por encima, como lo hacen hoy, ya sin ver ni escuchar a nadie ¡Qué hablar de respeto por el otro!
La calidez de la mamá, del papá, de la nana, no se compara al frío de la pantalla o al juguete que se mueve solo, llora, chilla con voz estridente.
Cómo podrán nuestros niños crecer sanamente si los rodeamos de lo insano. Los juguetes adecuados como palitos, conchas, troncos, tierra, arena, …no existen ya. Entonces ¿dónde queda la creatividad, la vida imaginativa del niño? No, todos serán robotizados. Siguiendo el ejemplo de lo que se les dio en lo virtual, se disfrazarán de Blanca Nieves igual a la película que vieron, y se moverán como ella. Nuevamente, dónde está lo creativo del niño que se manifiesta cuando le cuentan el cuento y aun puede escuchar…
¿No es que acaso los niños TODO lo imitan y por lo mismo no discriminan? Para el niño pequeño “el mundo es bueno” (Rudolf Steiner) por lo tanto, incluso el peor ejemplo que se le dé, para él va a ser algo bueno y va a querer transformarse en eso.
Si el niño pequeño no discrimina, esto significa que aún no piensa, y eso es ser niño. Pero ¿qué hacemos los adultos? Los convertimos en pequeños adultos al decirles por ejemplo, ya pues decide ¿qué quieres? ¿Helado de chocolate o de frutilla?
Dónde están los sabios adultos, llámense padres o maestros, que guiaban al niño sabiamente respetando al ser infantil. Hoy todos tienen que ser adultos chicos, “no vaya a ser que les quitemos su libertad”. Pero, no! Los educamos en el caos. Así jamás llegarán a la libertad, sino que al libertinaje. ¿O es que se puede ser libre sin tener aún la capacidad pensante? Los adultos debemos de darles el cobijo en todo sentido, desde el abrazo cálido, a la calidez de guiarlos.
Guiémoslos de pequeños, démosles lo que ellos necesitan y tendremos niños sanos, y no adultos pequeños que se aburren y no saben qué hacer. Les hemos robado la capacidad imaginativa, los estamos robotizando de tal manera que en la adolescencia no les queda más que tomar drogas o suicidarse al darse cuenta del vacío que llevan en su interior, y por lo mismo del no sentido de la vida.
Mónica Waldmann W.
Maestra de Kindergarten del Colegio Waldorf Giordano Bruno